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¡Vamos a cambiar el mundo!
¡Vamos a cambiar nuestro destino!
Son excasos los segundos
para que se cumpla nuestro sino.
Empecemos por nosotros mismos.
Dejemos de convecer a aquellos
que van directos al abismo.
Estoy viendo ahora mismo
la representación de «El séptimo sello»
en los corazones de unos pocos.
Esos que tienen su alma pura.
Los que fuimos tachados de locos.
Quienes hemos pasado vidas duras.
Los que fuimos exiliados al olvido
y condenados a soledad perpetua.
Ya no estamos tan perdidos.
Nuestro pesar ahora mengua.
Convertimos el dolor en fantasía
permitiéndonos ver el otro lado.
De allí traemos la poesía.
Allí dejamos nuestro enfado
con todos los que nos culparon
por querer ser almas libres.
Los que de verdad nos desquiciaron
impidiéndonos hacer lo imposible.
Y todo en el mundo es posible…
Incluso la magia existe.
Quizás sólo en la ilusión de los niños,
pero su poder destinará su camino.
Los locos somos niños geniales
en el cuerpo de adultos extridentes.
A veces nos sentamos en los portales
sólo para ver pasar a la gente.
La imaginamos diferente
y nos sentimos nosotros distintos.
Cambiamos de humor de repente
y nos falla el sexto sentido.
Hacemos cosas muy raras
cómo permitir entrar a las arañas
para poder lucir sus cortinas
por todos los rincones y esquinas.
¡En la diferencia está el cambio!
y nadie nos lo ha dicho nunca…
Pero una vez escuché a un sabio
susurrándome en la nuca
«Puede que estés chiflado
pero las mejores personas lo están»
Y tras sentir mi bello erizado,
me dije: ¡¡Es verdad!!
A mí no me gusta el mal,
ni la injusticia, ni la crueldad,
y hay tanto en el mundo por cambiar,
que por mí mismo voy a comenzar.
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