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¡Me vais a comer todos el troncho!
Le dije mirando fijamente a mi tío Moncho.
Y con coraje y arrogancia
me fui de aquella estancia
pensando para mí
«Quizás no he sido muy sutil».
Pero dije lo que pensaba
y así mi alma liberaba
torrentes de agonías,
que poco a poco, día a día
han ido corroiendo mi mente
hasta llegar a este presente,
al que ya nunca temo.
En dónde no conozco el miedo.
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