Los mejores años de mi vida
los pasé en una celda sin rejas.
Tratando de emprender la huida…
Drogado hasta las cejas
para que no se escucharan mis quejas.
Un laberinto sin salida…
Tantas veces recorrí mi cabeza
bucando cuál había sido la herida
causa de muerte certera
para asumir tal condena.
No hayé respuesta ni salida.
Pero comprendí que lo que me guía
es la sangre de mis venas,
que hierve cuando se acercan
a mi boca algo mas de la cuenta.
Comprendí que mi condena
es la soledad de por vida.
Añorando siempre la compañia
de aquel alma que me quería
antes de tan siquiera
encarnarnos en esta tierra.


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